ABANDONO VS FRACASO TERAPÉUTICO: Dentro de la autoevaluación que debemos realizar, conviene buscar la máxima objetividad. Para ello, distinguir entre el abandono y fracaso terapéutico será fundamental. Un abandono no tiene porque que significar fracaso terapéutico. Identificar y aprender de los errores, nos permitirá trabajar en variables que puedan ser facilitadoras de abandono, y conocer formas de actuación sobre las mismas.
Para conseguir la motivación del paciente debemos tener en cuenta sus características en la terapia. Contamos con dos variables: experiencia y responsabilidad.
Experiencia: Muchas ocasiones los terapeutas tomamos decisiones de acuerdo a características personales de los pacientes. Esto está justificado por la experiencia.
Responsabilidad: existen dos vías respecto a la responsabilidad. Aquello que la deposita íntegramente en el terapeuta, el cual es responsable del tratamiento y de su éxito. Para otros, es el paciente sobre el que recae el peso del desarrollo.
Para nosotros, el éxito de la terapia, está en la búsqueda del acuerdo, la responsabilidad, la motivación y el reparto de responsabilidad, dado que el demandante es parte activa en su propia recuperación. La individualización es parte importantísima. Adecuar la terapia al demandante, y ser flexible.
En lo que queremos ver, no es importante en la rama en la que nos situemos: psicodinámica, humanista, cognitivo- conductual o conductista.
Nunca olvidar que:
- Las primeras sesiones pueden marcar el devenir de la terapia. El terapeuta evalúa, pero el demandante también está realizando una valoración del terapeuta.
- A lo largo de las sesiones hay flujo constante de información, de aprendizaje mutuo, de interacción constructiva, experiencias emocionales y crecimiento personal.
- De ello puede depender el éxito o el retraso en la consecución de objetivos.
- Estas habilidades en el reconocimiento y desarrollo de destrezas, se puede aprender.
Para ello, ya hemos dicho que conocernos a nosotros mismo, nuestras habilidades y destrezas para comunicar, y conocer al paciente, la disposición que muestra en terapia y las necesidades que demanda tanto explicita como implícitamente.
La comunicación y la comprensión serán vitales para el buen funcionamiento de la terapia. Por ejemplo, saber aquellos que tienen poca autonomía responde con dificultad cuando el terapeuta es poco directivo. Y ello lo manifestamos de forma verbal y no verbal.
Ya en estudios realizados en 1970, se supo que los pacientes valoraban mucho más su recuperación en función de percepciones subjetivas como la personalidad del terapeuta, la capacidad de escucha, el sentimiento de ser apoyado y motivado para la consecución de objetivos, y un lenguaje sencillo y fácil de manejar, que lo que aporta la técnica psicológica en sí misma.
Estas variables y dimensiones de las que hemos hablado, intervienen directamente en la interacción y consecución de resultados satisfactorios en la terapia, y por tanto habrá que trabajar y cultivar aquellas en las que tengamos cierto déficit.