Consejos para ayudar a las parejas que han perdido a su bebé antes de nacer
El silencio social sobre la pérdida del bebe durante el embarazo
En España existe una escasa consideración tanto social como sanitaria de ello. Cuando hay una pérdida durante el embarazo, la vida y la muerte de manera paradójica van unidas. Es una situación para que la que nadie está preparado y por ello es tan complicado saber qué decir o hacer. No hay rituales religiosos o laicos que legitimen, faciliten una despedida simbólica a los progenitores. El entorno, los familiares y amigos bienintencionadamente evitan hablar del tema por temor a causar más dolor que beneficio. Todo ello refuerza que la pareja afectada lo viva en soledad, que resulta que no es el modo más saludable de superarlo.
El silencio y el secretismo que rodean al aborto natural tienen que ver, entre otras cosas, con la intimidad. La mujer ha aprendido durante siglos a no hablar de aspectos como la menstruación, la sexualidad, la fertilidad, el embarazo o la menopausia más que en círculos privados y con otras mujeres. Aún siendo fenómenos naturales se han visto envueltos en un halo de misterio y entre ellos está la pérdida del embarazo, donde se aúnan tres grandes tabúes contemporáneos como son la muerte, el sexo y la reproducción.
Mi experiencia en consulta de psicología y cómo se interviene.
No solo se ven en consulta los efectos al poco de ocurrir el aborto, sino después de largos años del acontecimiento, siguen aún presente en las vivencias de las personas que los han experimentado. Los factores de riesgo que pueden desencadenar un trastorno psicológico después de una pérdida del embarazo son: antecedentes de problemas psiquiátricos previos, una historia de pérdidas recurrentes, la presencia de depresión, la falta de hijos, pareja estable, familia o apoyo social, disponer de escasa información sobre los abortos, la inexistencia de una explicación para lo sucedido o, finalmente, que la pérdida coincida con otros problemas vitales importantes.
También el que el duelo se complique depende de si la pérdida ha tenido lugar en una fase relativamente avanzada del embarazo, cuando se perciben los movimientos fetales. También influye que sea el primer embarazo, que el hijo sea deseado, programado o no, que se trate de una gestación al final de la vida reproductiva o fruto de técnicas de fertilización, y por último factores psicosociales relacionados con la personalidad y la cultura de la persona afecta.
También el que el duelo se complique depende de si la pérdida ha tenido lugar en una fase relativamente avanzada del embarazo, cuando se perciben los movimientos fetales. También influye que sea el primer embarazo, que el hijo sea deseado, programado o no, que se trate de una gestación al final de la vida reproductiva o fruto de técnicas de fertilización, y por último factores psicosociales relacionados con la personalidad y la cultura de la persona afecta.
Aunque mayormente solo se tiene en cuenta la repercusión de la pérdida en la mujer como la más afectada, el duelo del padre y de otros miembros de la familia merece también consideración. Madres y padres desarrollan un apego diferente con su futuro hijo. El apego materno puede aparecer mucho antes de confirmarse el embarazo, desde que la mujer fantasea con la maternidad, y aumenta cuando nota moverse al feto en su vientre. Generalmente el apego paterno es más intelectual que emocional o físico. Este «vínculo distinto« entre padre y madre genera diferencias en el apego con el feto y, si éste muere, el modo de afrontar el duelo tendrá distintos estilos y ritmos para cada uno.
Cada persona es diferente, como lo es su apego con el recién nacido o el no nacido, y también lo es su manera de afrontar la pérdida. Por lo tanto, el aprendizaje de los profesionales de la salud para desenvolverse en estas situaciones tiene que ver con saber estar, escuchar y comprender la pena ajena. Sin embargo, hay que ser conscientes de que la intervención psicológica desde el primer momento en el hospital o consulta del ginecólogo es muy escasa por no decir nula. Sería muy saludable prestar unos «primeros auxilios emocionales», que no eliminaran el dolor de la pérdida pero sí facilitan el comienzo del proceso de duelo sano. Se debería de gestionar que tras el aborto, los progenitores tuviesen no solo unos cuidados físicos si no también emocionales para poder mejor asimilar progresivamente lo vivido y seguir adelante con su vida. Los profesionales de la salud debemos de saber que los padres nunca olvidan la comprensión, el respeto y el calor genuino que recibieron en esos momentos críticos, cuando elaboraron unos recuerdos sanos del embarazo perdido.
Hay que aceptar la naturaleza tal y como es. Cuando una mujer sufre un aborto necesita pasar por un proceso emocional que es doloroso, pero que también es un proceso de adaptación a su realidad, de aceptación. El buen profesional de salud debe saber respetar la importancia de manifestar emociones negativas, porque también son útiles para nuestro bienestar. Un error que puede ser muy habitual es intentar ayudar a olvidar o intentar contribuir a minimizar este proceso natural.
Hay que aceptar la naturaleza tal y como es. Cuando una mujer sufre un aborto necesita pasar por un proceso emocional que es doloroso, pero que también es un proceso de adaptación a su realidad, de aceptación. El buen profesional de salud debe saber respetar la importancia de manifestar emociones negativas, porque también son útiles para nuestro bienestar. Un error que puede ser muy habitual es intentar ayudar a olvidar o intentar contribuir a minimizar este proceso natural.
Las personas de alrededor no saben cómo abordar el tema. La empatía y la naturalidad son factores clave.
Si no sabes qué decir, no digas nada. No estamos obligados a hacerlo y en ocasiones así no hay nada que podamos decirle a esa mujer que le haga sentir mejor. Pese a ello siempre tratamos de solucionar los problemas de los demás intentando tranquilizar, calmar, aliviar o bloquear la pena de la persona ajena (“venga, ya está, ya ha pasado, ahora mira adelante,…”).
No hay nada mejor que una persona que sabe escuchar y que ofrece su hombro y una mirada comprensiva en los malos momentos. No hay nada mejor que una persona que se ofrece por si necesitas algo, de corazón y que no trata de ayudarte a saltar la fase de duelo por el bebé que no llegó a nacer ni trata de minimizar tu problema porque podría haber sido peor o como si fuera un producto defectuoso que olvidar para empezar a trabajar en el siguiente.
No existe una receta ideal, pero sí la mejor que podemos hacer es decir es un “lo siento”, un abrazo y un acompañar el dolor sin sermonear ni tratar de animar.
Frases que nunca se debes de decir.
- «Si no ha seguido adelante es porque no tenía que nacer”.
La mujer ya sabe que si ha sucedido es porque algo no iba bien, pero ella ha perdido a su futuro bebé, con sus esperanzas, ilusiones y temores. Al sentenciar con un “no tenía que nacer”, queremos eliminar rápidamente cualquier rastro negativo del suceso, y sin querer estamos tratando de eliminar también todo lo positivo que la mujer había creado.
- “Tranquila, eres joven, ya tendrás más”
Vivimos en una sociedad que trata de no tener nunca emociones negativas, y ya no sólo queremos eliminar las nuestras, sino también las de los demás. Con esta frase queremos borrar rápidamente el recuerdo de lo negativo en la vida y esto es imposible forma parte de la vida.
- “Mejor ahora que estás de pocas semanas que después de varios meses”
A intentar dar un mensaje positivo minimizamos el problema, siempre todo puede llegar a ser peor, pero de este modo no validamos el sufrimiento depreciando de este modo el sentir de la persona que ha sufrido la pérdida.
Cuándo animar para intentar un nuevo embarazo
Desde el punto de vista médico y fisiológico la mujer puede tener otro embarazo, por lo menos trascurridos un mínimo de tres meses. La OMS, teniendo en cuenta aspectos psicológicos, indica que al menos seis meses son los necesarios para superar el trauma emocional del aborto.
Para que una mujer pueda afrontar un nuevo embarazo es necesario elabore su proceso de duelo de una manera sana, aunque esto no quiera decir que nunca olvide, el dolor de la pérdida del hijo que no llegó a nacer. Formará parte de su vida, no como un trauma sino como una experiencia vivida con dolor.
Cuando tenga otro embarazo, será otro diferente; no se debe pretender que una madre substituya a un hijo no nacido por otro hijo que venga. Son seres diferentes y cada uno debe tener su lugar en la mente de sus seres queridos. De no ser así se pueden llegar a producir ciertos trastornos psicológicos en el nuevo hijo o en los propios padres.
Cuando preguntar por el tema, Lo que esa persona necesita oír/sentir en ese momento.
Tememos hablar de ello, por vergüenza, pero para una mujer que ha perdido un embarazo deseado resulta incomprensible vivir rodeada de seres queridos que hacen como si nada hubiera pasado.
Cuando una mujer ha perdido un embarazo necesita sentirse acompañada, apoyada y comprendida. Necesita manifest ar y expresar sus emociones aunque sean negativa, llorar, darle una identidad a ese hijo que no nació, aceptarlo como una vivencia más de su vida, despedirlo, sentirse que fue acompañada por él, como de otro hijo. Nunca debemos negar que tiene derecho a manifestar las emociones de la desesperación, la pena, la angustia y el miedo, acompañándola para que no se sienta sola, y estando atentos para que el dolor no la desborde produciéndola una depresión.
Miguel A. Rizaldos Lamoca
Psicólogo Clínico. Psicólogo online